Eventraciones postquirúrgicas: ¿por qué salen hernias tras una operación?

Si notas un bulto donde antes hubo una cicatriz, no lo ignores: podría necesitar reparación.

Una eventración —también conocida como hernia incisional— es una complicación relativamente frecuente tras una cirugía abdominal. Aparece cuando, a través de una antigua cicatriz quirúrgica, se forma un defecto en la pared abdominal que permite que contenido interno (como grasa o intestino) protruyan. Aunque en un inicio puede no causar molestias, su progresión puede derivar en dolor, atrapamiento o incluso cirugía urgente si no se trata a tiempo.


¿Qué es una eventración y cómo se forma?

Una eventración es una hernia que aparece en el sitio de una incisión quirúrgica previa, generalmente en el abdomen. Se produce por un fallo en la cicatrización de la pared muscular, lo que permite que una parte del contenido intraabdominal empuje hacia fuera a través del defecto.

Este fallo puede deberse a múltiples factores que dificultan la correcta reparación del tejido durante el postoperatorio.


Factores de riesgo

Algunas condiciones aumentan el riesgo de desarrollar una eventración tras una operación abdominal:

  • Infección de la herida quirúrgica.

  • Obesidad o aumento brusco de peso.

  • Esfuerzos físicos intensos tras la cirugía.

  • Tos crónica o estreñimiento severo, que aumentan la presión intraabdominal.

  • Desnutrición o déficit de proteínas, que dificultan la cicatrización.

  • Cirugías múltiples en la misma zona.

  • Tabaquismo crónico.

  • Edad avanzada.

El tipo de técnica quirúrgica empleada y la forma de cerrar la herida también influyen.


¿Cuáles son los síntomas?

El principal signo de una eventración es la aparición de un bulto blando en la zona de una antigua cicatriz, especialmente al toser, hacer fuerza o ponerse de pie. Puede haber:

  • Dolor leve a moderado, sobre todo al final del día.

  • Sensación de pesadez abdominal o molestias al agacharse.

  • Reducción espontánea del bulto al tumbarse (en fases iniciales).

Cuando la hernia se vuelve grande o se complica, puede causar:

  • Dolor intenso y continuo.

  • Enrojecimiento de la piel.

  • Dificultad para reducir el bulto (signo de incarceración).

  • Vómitos y síntomas de obstrucción intestinal, si hay estrangulación.

En estos casos, se trata de una urgencia quirúrgica.


¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico suele ser clínico (por exploración física), pero en casos dudosos o para planificar la cirugía, puede requerirse:

  • Ecografía de pared abdominal.

  • Tomografía (TC): para medir el tamaño del defecto y evaluar el contenido herniado.


¿Es necesario operar todas las eventraciones?

No todas, pero sí la mayoría. En general, se recomienda cirugía si:

  • La hernia causa molestias persistentes.

  • Aumenta progresivamente de tamaño.

  • Existe riesgo de incarceración o estrangulación.

  • Compromete la calidad de vida o la funcionalidad del paciente.

En casos de bajo riesgo, tamaño pequeño y pacientes muy frágiles, se puede valorar un tratamiento conservador con seguimiento y faja abdominal, aunque no es una solución definitiva.


¿En qué consiste la cirugía?

El objetivo es reparar el defecto en la pared abdominal y, en la mayoría de los casos, reforzarlo con una malla protésica para reducir el riesgo de recurrencia.

Existen varias técnicas según el tamaño y localización:

  • Cirugía abierta tradicional.

  • Laparoscopia: menos invasiva, menor dolor postoperatorio y recuperación más rápida.

  • Técnicas híbridas o robóticas en centros especializados.

La elección depende del tamaño de la hernia, el estado general del paciente y la experiencia del equipo quirúrgico.


Una eventración no es solo un problema estético. Si no se trata, puede crecer, doler o incluso poner en riesgo la vida del paciente si el intestino queda atrapado. Consultar con un cirujano digestivo a tiempo permite evitar complicaciones y optar por una técnica quirúrgica segura y eficaz.